Chicago, a little bit of heaven (+25)

Hoy he decidido (aun siendo sábado) levantarme temprano para escribir una de las entradas que tenía pendiente. Los días van pasando tan rápido que cada vez me cuesta más llevar la cuenta de lo que llevo aquí.
Con un poco de atraso, vengo a hablarte de mi extraordinario, maravilloso, memorable, fantástico, alucinante e increíble viaje en el puente del Labor Day. No, en serio, fue genial y digno de catalogarse como #hfamilygoals.
Pues bueno, todo empezó el viernes 2 de septiembre, cuando estaba en el instituto no haciendo mejor cosa que preparando galletas con mis amigos. Ya tenía la maleta preparada (que tampoco era mucha cosa) desde el día anterior, y lo único que faltaba era que mi hmum viniera a recogerme para ponernos rumbo a Chicago. Dieron las 2 de la tarde y empezamos: 10 horas de viaje delante de nuestros ojos (¿no te suena familiar?); otra vez con el mismo destino, pero esta vez en coche (aquí los road trips son muy populares, por lo que no creo que coja muchos aviones este año).
La frontera con el segundo estado por el que pasaríamos estaba a poco más de 40 minutos: Missouri nos esperaba a 30 y pico millas (sí, ya hay que ir acostumbrándose al arcaico sistema inglés). Por supuesto, nada más llegar al típico cartel que te indicaba el cambio de estado, paramos y nos hicimos la mítica foto: MISSOURI WELCOMES YOU. Pocas paradas más nos quedaban (por desgracia el cartel de Illinois estaba colgado a metros de altura U_U): solamente para comer (en Taco Bell) y para repostar.
Anécdota: Mi hmum tiene un coche con "ventana en el techo". Yendo a 
140 km por hora, ya imaginas que hicimos... En plena noche
y a toda velocidad, todas, repito, todas las ventanas
del coche abiertas XD.
Otro dato destacable del viaje de ida es que la ciudad de St. Louis (que visitaríamos a los pocos días) se encuentra justamente entre Missouri e Illinois, por lo que tuvimos que pasar "obligados" por ella y ver lo bonita que es de noche (aunque nada comparado con lo que sería Chicago). Desde luego, el famoso arco, una auténtica maravilla iluminado.
De este trayecto recuerdo poco más (el sueño me pudo), pero eran pasadas las 12 de la noche cuando por fin llegamos a la ciudad del viento!!! Reventados, lo único que quedaba por hacer era pegarse una buena siesta para aprovechar al máximo el día siguiente.

Sábado 3 de septiembre, el sábado que creo más temprano me he levantado. A mi hbrother parece que no se le agotan las energías, por lo que estábamos todos en planta a las 7 y media de la mañana. Nos duchamos y preparamos rápidamente, fuimos a desayunar y nos encontramos con que había habido un terremoto cerca de nuestra casa... Menos mal que no hubo daños graves, y cuando volvimos todo estaba en orden. Después del susto, fuimos a la estación de metro (que quedaba a 5 minutos andando del hotel) y empezamos la aventura.
Mi hbrother estaba botando de alegría porque era la primera vez que se iba a subir a un metro (tiene 4 años, y ama los trenes lo más grande). El subway nos llevó directamente al centro de la ciudad (la zona del Loop) sin antes ver un skyline bastante worthy para tratarse del que se ve desde un lugar como ese. El tren desfilaba entre los edificios cual modelo en una pasarela; desde las ventanillas vimos todo, y la primera impresión fue alucinante. Nuestra estación ya estaba cerca, así que nos levantamos y nos preparamos para bajar.
La primera sorpresa nos la llevamos al salir: teníamos justo delante de nosotros la famosa señal de The Chicago Theather. Nos quedamos flipando, y no era para menos. Después del momento Instagram, ya era hora de ponernos rumbo a la Willis Tower, el rascacielos más famoso de todo Chicago. Antes, nos desviamos un poquito para apreciar un poco de arte español entre todas aquellas moles de hierro: había un Picasso enorme en medio de una plaza que servía como respiro entre el gran bullicio urbano.
Ya no había nada más con lo que aplazar la visita al gigante de los gigantes. Andamos como 10 minutos y, al girar una esquina, ahí estaba, el famoso edificio de 9 tubos. Eso sí, antes paramos en McDonald's para reponer energías y prepararnos para la cola que, efectivamente, habría. Si hay que destacar una cosa de Chicago, son las colas para todo. Pero esta iba a otro nivel: primero salía del edificio y daba la vuelta a un cuarto de la manzana; tras pasar esto, todo el recorrido de dentro, pero es que después cogías un ascensor (aquí es cuando crees que ya vas a subir), pero te llevan bajo tierra para... ¿lo adivinas?, esperar 4 salas de cola. Mínimo 2 horas y media estuvimos, pero mereció la pena. El precio también un poco exagerado, pero cuando te encuentras en la planta 103 delante de todo aquello, no piensas en otra cosa que en quedarte embobado admirando hasta el más mínimo detalle. Chicago en 360º. Increíble. La última parte de la visita era entrar en las "cajas de cristal" que habían fabricado hace unos años para literalmente suspenderte en la nada. Las fotos lo dicen todo.
Estuvimos como unas 5 horas entre colas y la propia visita, y ya iba siendo hora de irse a comer. Mi hmum conocía un restaurante que es famoso por servir las Chicago-Style pizzas, así que nos dirigimos hacia allí para probarlas. Llegamos a la Lou Malnati's Pizzeria y, tras esperar (por supuesto) una cola de 45 minutos, ahí estaban: las "pizzas de plato hondo", riquísimas, por cierto.
Dato: Aquí te "obligan" a dejar propina. Mi hfamily me explicó
que lo que cobra un camarero es superpoco, por lo que 
básicamente viven de las propinas. Por eso, aunque no 
son obligatorias, te miran raro e incluso puede sentar
mal que no dejes algo de propina.
Con el estómago lleno, decidimos dirigirnos al Navy Pier, el muelle chicagüense. Esa noche tenían previsto unos fuegos artificiales para cerrar una feria del marisco, o algo así. Era el plan perfecto para acabar el primer día. Todo estaba abarrotado, pero conseguimos hacernos un hueco entre la multitud tanto en la noria como en los asientos para ver el espectáculo. Subir a la noria costaba un riñón, pero valió la pena para ver semejante panorama nocturno de un lugar de tales magnitudes. Las luces salpicaban los edificios como luciérnagas en una ciénaga, y la panorámica era espectacular desde el "tippy top" (como decía mi hmum) de la atracción. Estuvimos paseando por todo el sitio (que es más grande de lo que imaginaba) hasta que a las 22:15 empezó a hablar un hombre por megafonía, supongo que anunciando que los fuegos iban a empezar (no se le entendía una m****a). Y así fue.
La vuelta al hotel fue lo más tedioso del día: había montones de gente queriendo coger el mismo bus que nosotros, y si a eso le sumas el tráfico de una gran ciudad como Chicago, y la reducción de horarios por ser de noche, pues figúrate, otra horita más de espera.
Sanos y salvos, aunque muy cansados, llegamos al hotel casi más tarde que el día anterior.

El domingo me desperté un poco triste, porque sabía que era mi último día en esa ciudad de ensueño. De nuevo seguimos la misma rutina que el día anterior, y de nuevo acabamos enfrente del gran luminoso del teatro. Esta vez andaríamos en dirección contraria, hacia la zona del río. Nuestro objetivo era encontrar la taquilla para los architectural boats, unos tours en barco por el río Chicago (viendo gran parte de los edificios de la ciudad) y por el lago Michigan (pudiendo apreciar el skyline). La verdad que esta fue una de las mejores partes del viaje, sin duda alguna. La vista de los rascacielos era alucinante, y las explicaciones del guía (un hombre supersimpático, by the way) también sirvieron para aclarar un poco más la historia detrás de todos ellos.
Al terminar, ya era hora de comer. Como dije hace unos párrafos, a mi hbrother le encantan los trenes, por lo que mi hmum no perdió la oportunidad de llevarnos a The Junction Food, un restaurante, como no, ambientado en trenes. Después de un buen rato en metro (no es que estuviera precisamente en el centro), llegamos, y lo más impresionante es que la comida la traía un tren. Suficiente para que Nico se quedara boquiabierto. Pasamos un buen rato, pero comimos lo más rápido posible porque aún nos quedaba por ver una de las principales partes de Chicago: el Millenium Park y la Cloud Gate (la judía con espejo de toda la vida). La vuelta al centro se me hizo más rápida, y llegamos con tiempo de sobra al Millenium Park. Al parecer había un festival de jazz, y también estaba todo abarrotado. Aun así, pudimos hacer buenas fotos y además encontramos un sitio para sentarnos y disfrutar de la música. El parque era inmenso, por lo que no lo recorrimos entero; no obstante, después de algunas actuaciones, decidimos dar una vuelta. Primero fuimos a la zona de la Cloud Gate y, aunque al fin y al cabo no es más que una judía donde podías verte reflejado, es uno de los símbolos de la ciudad, por lo que no podíamos irnos sin verla.
El día iba llegando a su fin, pero aún teníamos tiempo para hacer algo más. Seguimos paseando por el parque y acabamos en la típica zona donde hay chorros de agua en el suelo para que los niños se mojen y jueguen. En ese mismo momento, me vino a la mente que se me había olvidado comprar souvenirs (quien me conoce sabe que me encantan), por lo que decidí adentrarme de nuevo entre los grandes edificios para buscar alguna tienda mientras mi hfamily se quedaba en la zona de las fuentes. Eran mis últimos momentos en la ciudad, por lo que también aproveché para sacar las últimas fotos y disfrutarlo al máximo.
Anécdota: Buscando la tienda de souvenirs fue cuando
vi mi primer Zara en USA.
Me sentí muy proud.
No parecía que hubiera muchas tiendas de recuerdos, pero al final acabé en una llamada Bye Bye Chicago (qué oportuno) donde compré la mayor parte de las cosas. El Art Institute of Chicago estaba a unos pasos más adelante, por lo que antes de irnos nos hicimos una foto con los leones de la puerta. Definitivamente era el momento de decirle adiós (o hasta pronto, quién sabe) a todo aquello. Con las lágrimas en los ojos (exageración modo ON), nos montamos en la línea naranja que como de costumbre nos dejaría en el hotel. Ya se acabó todo. O no.

Al día siguiente, ya lunes y con todas las maletas rehechas, desayunamos y nos pusimos rumbo a casa de nuevo. Otras 10 horas... Menos mal que mi hmum me dijo que pararíamos en St. Louis para comer y de paso visitar el downtown (que no era muy grande, por lo que no nos llevó mucho tiempo). Al cabo de 4 horas y media de coche,  por fin llegamos. Nos decantamos por almorzar en un restaurante llamado The Old Spaghetti Factory, instalado en una old-fashioned mansion, de las típicas con luz baja y decoración con vidrieras, aunque con un vagón de tranvía en medio del comedor principal. Sí, esto es América.
Dato: Resulta que en la mayoría de los restaurantes americanos, 
los refills (que te rellenen la bebida como si del 
Burguer King se tratara) son gratis.
América 1, España 0.
La comida estaba deliciosa y, al terminar, nos dirigimos hacia la atracción principal de la ciudad: el Gateway Arch. Sabía de la existencia de este enorme arco en USA, pero no me imaginaba que estaba en St. Louis, por lo que cuando lo vi me quedé muy impresionado y contento a la vez. De camino, aprovechamos para comprar algunos souvenirs, y vale la pena decir que nos encontramos a un hombre quejándose de que justamente el Labor Day era el día que más gente trabajaba. Contradictorio, ¿no crees?
Con los recuerdos ya en mano, seguimos andando hasta llegar a la Old Courthouse, el principal edificio de la ciudad. Allí cogimos las entradas para subir al arco, y cabe decir que hasta la última esquina estaba decorada con banderas americanas. Total, que seguimos hasta llegar a los pies del increíble monumento, donde ya escogimos una de las piernas y entramos en los ascensores. Desde arriba todo se veía genial. Había un par de rascacielos interesantes, además de la Old Courthouse, pero nada comparado con Chicago.
Cuando terminamos de verlo todo, bajamos y volvimos al coche. Aquí ya sí se había acabado el viaje. Bueno, nos quedaban 5 horas para llegar a casa, pero lo emocionante ya finalizó. Acababa de dejar atrás uno de los fines de semana más memorables de mi vida.
---o---
Chicago es una ciudad (al igual que todas las de USA) a la que la mayor parte de los europeos no estamos acostumbrados: nosotros tenemos lugares milenarios, catedrales inmensas y, en general, patrimonio antiguo, esa es la palabra, pero aquí destacan los grandes edificios, los monumentos modernos y, como a mi me gusta llamarlo, el arte de la propia ciudad, y no de dentro de un museo. Los rascacielos son reinvenciones de todo lo conocido, proezas de arquitectos que vinieron a experimentar y consiguieron crear tales obras de arte con hormigón, acero y cristal. La mezcla perfecta de todos los pensamientos, estilos y nacionalidades del mundo, eso es Chicago, arte en sí misma.
Sin más, un trotamundos que ya cuenta los días para su próximo viaje.


The Chicago Theater
Frontera Arkansas-Missouri
#hfamilygoals
Mientras esperamos la cola...





:) :) :)

Flipando 1
.O.


Flotando!
Wow!
Millenium Park

Chicago night
Navy Pier!!

Flipando 2



Uniendo lo mejor de los dos mundos!


Tribune Towe
Cloud Gate


Worthy
In love with it 


Holi



Art Institute of Chicago
Yay

Patriotismo? No, no


En lo alto del Arco


Exchange isn't a year in your life, it's a life in a year

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